martes, 6 de noviembre de 2007

Dolor de rodillas

¿Quién no se ha quejado en alguna ocasión de sufrir molestias en una de sus rodillas, o en ambas? Esta articulación nos permite andar, correr, saltar, agacharse, estar de cuclillas.., en definitiva, sometida a muchas tensiones y presiones, nos garantiza la posibilidad de desenvolvernos en un amplio arco de actividades que, todo hay que decirlo, se vería seriamente limitado si, por cualquier causa, sufriéramos en ella una desafortunada lesión.





Es más, parece que la rodilla no es del todo perfecta. Especialistas en biomecánica han afirmado en este sentido que su diseño natural no es el más adecuado para permitir al ser humano ejercitar movimientos del todo habituales. Dicen que se trata de una articulación con poco encaje entre sus superficies, las condilares del fémur y la meseta tibial, lo que, si bien le confiere una gran amplitud de movimientos, la hace muy vulnerable a las lesiones si éstas se producen de forma brusca. Entre sus protecciones, destacan los dos ligamentos cruzados (anterior y posterior) situados en el interior de la articulación, que fijan y sujetan entre sí la tibia y el fémur, e impiden desplazamientos excesivos y deslizamientos anormales.

El diseño de la rodilla resulta tan complejo que, en caso de lesión, el proceso de recuperación puede prolongarse durante varios meses y, en las circunstancias más graves, incluso se producen daños irreparables. ¡Cuántos deportistas han tenido que abandonar su carrera deportiva!.

Siguiendo con la radiografía de esta articulación, nos encontramos con que, además de los ligamentos internos, está recubierta por una cápsula reforzada por ligamentos (laterales) en su cara interna y externa. Y si vamos a la parte anterior de la rodilla, localizaremos la rótula, donde se inserta un potente músculo, el cuádriceps, de cuyo polo inferior parte el tendón rotuliano hasta la tibia. Al margen de esta explicación, ni que decir tiene que quienes hayan sufrido una lesión de ligamentos serán conscientes de su gravedad.

Llegado a este punto cabe realizar una mención especial de los meniscos, que, entre fémur y tibia, modelados para recibir y encajar los cóndilos femorales, cumplen la importante misión de distribuir la presión que soporta la rodilla sobre una zona más amplia, con lo que se reduce el riesgo de lesiones. Un movimiento brusco o forzar demasiado esta articulación puede tener, no obstante, consecuencias nefastas en este complejo engranaje, cuyas superficies articulares aparecen recubiertas por cartílago.

Las prácticas deportivas requieren mayor precaución


En el fútbol, ski, rugby... los meniscos y ligamentos soportan una mayor presión y el riesgo de sufrir una lesión aumenta, por lo que siempre conviene adoptar una serie de precauciones: practicar regularmente ejercicios que fortalezcan la musculatura de los muslos (especialmente el cuádriceps), realizar un buen calentamiento, aprender la técnica concreta de cada deporte (no vaya a lo loco), realizar unos ejercicios de relajamiento tras finalizar la sesión y, en casos de mayor riesgo, utilizar rodilleras, que siempre fijan y estabilizan más la rodilla.

Otra medida preventiva, especialmente cuando la práctica elegida es de riesgo, sería someterse a un reconocimiento médico específico para comprobar el alineamiento de las extremidades inferiores y, en especial, de las rodillas, ya que cualquier desviación -algo bastante frecuente-, agrava el riesgo de lesiones o de que, simplemente, después de la práctica deportiva, aparezcan dolores, molestias e hinchazones que, incluso, dificultan caminar.

Además, una alineación deficiente de unas rodillas sometidas a fuertes presiones y tensiones puede originar microlesiones en los cartílagos articulares y en el hueso, hasta el punto de degenerar, con el paso de los años, en una artrosis de la articulación.

El dolor afecta a jóvenes y mayores


El dolor de rodillas en personas mayores se debe, generalmente, a una artrosis o gonartrosis, pero también los jóvenes, incluso quienes no practican deporte alguno, están expuestos a molestias de diversa índole. Por ejemplo, el llamado síndrome fémoropatelar puede ser originado por muchas causas y es frecuente en adolescentes y mujeres jóvenes (menores de 35 años). Otros cuadros típicos que se aprecian en estas edades radican en lesiones del cartílago de la rótula o del fémur (condromalacia, osteocondritis disecante...), inestabilidad de la rótula, colocación deficiente de la misma (alta, baja, desviación externa o interna...), o pellizcamientos de la membrana sinovial. Estas lesiones se traducen en un dolor alrededor de la rótula que se agrava con el ejercicio físico, particularmente al bajar escaleras y pendientes, al estar agachados o al permanecer largos periodos de tiempo con las rodillas flexionadas (claudicación de butaca). Además, en ocasiones, puede parecer que la rodilla falla al correr o al andar, que sufre un hinchazón (en la mayoría de los casos, la exploración física no evidencia derrame articular), o que presenta crujidos articulares.

Como se ve, la causa-efecto de las lesiones puede ser bien distinta, de ahí que diagnosticar la afección lo antes posible resulta primordial para establecer el tratamiento más adecuado. Este puede incluir ejercicios isométricos para potenciar la musculatura (en especial, el cuádriceps), estiramientos, aplicación de calor antes del ejercicio y de frío después de la actividad, así como el uso de rodilleras o de ortesis de centraje rotuliano. En general, este tipo de tratamientos garantiza la cura de esta articulación, precisándose únicamente en ocasiones excepcionales una intervención quirúrgica.

Las afecciones en niños y adolescentes


La enfermedad de Osgood Schlatter es una tendinopatía de inserción que afecta a pacientes de entre 10 y 16 años. La lesión se produce en la zona de inserción del tendón rotuliano en la tuberosidad tibial; el tendón tira y arranca el periostio, membrana que recubre el hueso, rompiendo la cortical de éste. El dolor en este caso se manifiesta durante y después del ejercicio, agudizándose cuando se contrae el cuádriceps contra la resistencia (también es doloroso ante la presión).

Esta afección se cura de forma espontánea, aunque normalmente conviene tratarla en reposo (abandonar temporalmente la práctica deportiva) y con aplicaciones de calor hasta la desaparición de los síntomas. En los casos más dolorosos, se precisa la inmovilización total de la pierna durante un par de semanas.


Cómo tratar los dolores de rodilla

Aunque no resulta aconsejable tratar las afecciones de esta articulación de un modo general, hay algunas medidas que siempre son beneficiosas.
Cuando la rodilla duele, es por algo. Acuda a su médico para practicar una cuidadosa exploración física y radiológica.
Si practica algún deporte, debería potenciar la musculatura de las extremidades inferiores, especialmente el cuádriceps. Esto es fundamental para prevenir lesiones.
Antes de una actividad deportiva, conviene calentar y estirar los músculos y las articulaciones. Y para finalizar, realice unos ejercicios de relajación.
Si sufre una lesión, deje la práctica deportiva hasta estar totalmente recuperado. Una vuelta anticipada puede provocar una recaída.
Si han tenido que inmovilizarle la extremidad inferior, tenga en cuenta que un reposo prolongado debilita los músculos (puede haber una pérdida de volumen). Resulta entonces necesario hacer una rehabilitación para recuperar el tono y la fuerza muscular.
La terapia alternante de calor y frío va bien para las lesiones articulares, y complementa otros tratamientos.
La ingestión de analgésicos y antiinflamatorios puede aconsejarse en algunos casos, pero siempre por indicación médica. Nunca se automedique.

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